sábado, 22 de octubre de 2011

LAS PALABRAS JESÚS DE NAZARET





SEGUNDA PARTE
EL NUEVO REINO

EL REINO DEL CIELO

Desde el tiempo de Juan el Bautista hasta ahora, el reino del Cielo se ha estado aproximando poderosamente, ¡y grande es el número de los que ardientemente y con anhelo se han apoderado de su verdad!

El reino del cielo es como el campo de trigo del agricultor que sembró buena semilla.

Una noche, mientras el agricultor dormía, su enemigo vino y sembró hierba mala (cizaña) entre el trigo, y se fue. Cuando las primeras espigas de trigo brotaron de la tierra, apareció también la hierba mala. Al ver esto, vinieron los trabajadores al agricultor, y con voces angustiadas le dijeron: “Señor, ¿no sembramos buena semilla en su campo? ¿Por qué, entonces, hay tanta hierba mala?”

El agricultor contestó: “un enemigo ha hecho esto.”

“¿Quiere usted que la arranquemos?” preguntaron los trabajadores.

“No”, respondió el agricultor, “si arrancan la hierba mala, arrancarán también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta el tiempo de la cosecha; y al tiempo de la siega les diré a los segadores. ‘Recojan primero la hierba mala, y átenla en manojos para quemarla. Luego recojan el trigo y pónganlo en mi granero.’ ”

El que sembró la buena semilla es el Hijo del hombre. El campo es el mundo. La buena semilla representa a los hijos del reino, mientras que la hierba mala representa a los hijos del malvado. El enemigo que sembró la hierba mala es el diablo. La cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Como la cizaña fue recogida y quemada en el fuego, así también será al final de esta edad. El Hijo del hombre mandará a sus ángeles, y ellos recogerán a todos los que han causado tropiezo y a aquellos que viven sin ley fuera de su reino, y los echarán a padecer en el fuego; un lugar de lamento y tormento.

Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Si tienen oídos para oír, entonces escuchen estas palabras.

Todo reino que está dividido contra sí mismo está perdido; y toda ciudad u hogar dividido contra sí mismo finalmente fracasará. De la misma manera, si Satanás pelea contra Satanás, contra sí mismo está dividido. ¿Cómo pues, podrá su reino permanecer por largo tiempo?

Si yo echo fuera demonios y hago señales y prodigios, como aliado de Satanás, entonces, ¿Qué poder usan sus hijos cuando ellos hacen lo mismo? Que sean ellos sus jueces. Ellos pueden aclarar esta pregunta para ustedes. Pero, sin embargo, si yo expulso demonios por medio del Espíritu de Dios, entonces el reino de dios ya ha venido a ustedes.

Uno no puede tomar nada del reino de Satanás si primero no ata a Satanás.

¿Nunca han leído ustedes en las escrituras: “La piedra que los constructores rechazaron, ha venido a ser la piedra angular; esta es la obra del Señor, y es cosa maravillosa a nuestros ojos”?

Cualquiera que caiga sobre esta piedra será quebrantado por su verdad, y sobre quien esta piedra caiga lo pulverizará.

¡Miren! El reino de Dios se les quitará a ustedes que oyen y no hacen nada, y le será dado a gente que trabaja para producir frutos en sus vidas.

No es repitiendo “Señor, Señor” que entrarán en el reino del cielo, sino haciendo la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

¡Qué sucedería si ustedes fueran en la noche a tocar fuertemente a la puerta de una de las residencias prominentes de la ciudad, después que el dueño se haya acostado, llamando: “Abra la puerta, queremos entrar”?

El contestaría: “Váyanse, no sé quienes son ustedes”.

Y si siguen protestando: “Pero nosotros hemos comido juntos en los mismos banquetes, y le hemos oído enseñar en nuestras calles”, él contestará (menos cortésmente): “Ya les dije que no los conozco. Déjame en paz.”

En el día del juicio muchos vendrán diciendo: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos expulsado demonios, y en tu nombre hemos hecho muchas obras prodigiosas?

Entonces tendré que decirles: “Apártense d emi, nunca los conocí. Ustedes han vivido toda su vida haciendo el mal.”

A ustedes se les ha otorgado e conocer los misterios del reino del cielo.

Había una vez un inversionista rico que se preparaba para salir a un país distante. Antes de salir llamó a sus tres socios y les encargó la administración de sus bienes mientras él estuviera ausente. A uno le dio cinco cuentas, a otro le dio dos cuentas menores, y al tercero le dio una cuenta pequeña. A cada uno le dio responsabilidades de conformidad con esos talentos. Luego se fue de viaje.

El socio encargado de las cinco cuentas comenzó inmediatamente a comprar y a vender, y muy pronto duplicó las inversiones, y obtuvo diez cuentas. El segundo socio hizo lo mismo. Invirtió las dos cuentas que se le habían confiado, y también fue capaz de duplicar su valor. Pero el tercer socio tuvo miedo. Puso los registros de su cuenta en una caja y la enterró en la tierra. Allí los dejó por temor de que se perdieran o se los robaran.

Muchos meses más tarde, volvió de su viaje el hombre rico. Inmediatamente reunió a sus socios para que le dieran cuenta de la administración de su dinero.

El primer socio dijo que él había invertido las cinco cuentas y ahora tenía diez.

A esto, el hombre rico dijo: Has hecho muy bien y has sido fiel. Porque has sido responsable con estas cinco cuentas, podré muchas más a tu cargo, y más importantes bajo tu responsabilidad. Puedes empezar hoy mismo a gozar de estos privilegios.

Luego llamó al segundo socio, quien le dijo: “Pusiste dos cuentas a mi cargo, ahora tengo cuatro.”

Esto hizo que el hombre rico dijera lo mismo que le había dicho al primer socio: “Bien hecho, tú has sido fiel administrando dos cuentas menores. Te pondré a cargo de muchas más. Ve a tu labor con alegría.”

Finalmente, el tercer socio fue llamado. Este dijo: “Sé que eres un hombre duro. Colectas ganancias del dinero de otros y temí que tú sólo tomarás cualquier beneficio que yo hiciera con mi pequeña cuenta. Así es que puse el dinero en una caja y la cerré en al tierra, y la mantuve allí hasta tu regreso.”

A esto, el hombre rico contestó: “Tú eres un socio malvado. Sabes mi manera de hacer negocios. Por lo menos podrías haber puesto el dinero en el banco para ganar intereses. Tomaré tu cuenta y la daré al socio que ganó diez.”

Entonces el hombre rico dijo a sus ayudantes: “Expulsen del reino a este socio inútil, a un lugar de sufrimiento y pesadumbre.”

En el reino del cielo, la persona que utiliza bien todo lo que tiene, continuará recibiendo más y más, y tendrá abundancia. Pero los que viven irresponsablemente, aun en las cosas más pequeñas, perderán todo lo que les ha sido concedido.

Otro ejemplo es el terrateniente que salió temprano una mañana a emplear trabajadores para su viñedo. Encontrando trabajadores diestros, acordó con ellos a pagarles una moneda de plata por día. Luego los envió a su viñedo.

Más tarde esa mañana, cerca de las nueve, volvió al pueblo, y viendo en el mercado a un grupo de trabajadores en el mercado desocupados les dijo: “Vayan a mi viñedo y les pagaré en salario justo.”

Al mediodía el terrateniente volvió al pueblo, y otra vez a las tres de la tarde; y en cada ocasión, reclutó a los desempleados para trabajar en su viñedo.

Finalmente, alrededor de las cinco de la tarde, volvió una vez más al pueblo. Allí encontró unos cuantos trabajadores que aún estaban desempleados. Les preguntó: “¿Por qué están ustedes aquí parados todo el día sin trabajar?”

Ellos le contestaron: “Porque nadie nos ha empleado.”

Les dijo: “Vayan, todavía tengo trabajo en mi viñedo.”

Cuando cayó la tarde, el terrateniente dijo al mayordomo: “Llama a los trabajadores y dales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros que empleé hoy.”

Aquellos que habían sido empleados a las cinco de la tarde vinieron, y cada uno recibió una moneda de plata. Al ver esto, los que habían sido reclutados temprano en la mañana se imaginaron que recibirían mucho más. Sin embargo, cuando cobraron recibieron también una moneda de plata.

Inmediatamente se quejaron al terrateniente diciendo: “Estos que fueron empleados al atardecer ni siquiera trabajaron una hora, y usted les ha pagado a ellos el mismo salario. Nosotros hemos hecho casi todo el trabajo durante las horas más calurosas del día.”

El terrateniente les contestó: “Amigos, no les he hecho nada malo. ¿No acordamos a un salario de una moneda de plata al día? Así es que, tomen lo que es suyo y sigan su camino. Yo he decidido pagar a los que empleé al final del día el mismo salario que a ustedes. ¿No tengo yo el derecho de hacer lo que me plazca con mi dinero? ¿Están llenos de envidia sus ojos porque ven que he sido generoso y benévolo?”

Esta es también una parábola acerca del reino del cielo. Porque les digo, que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Muchos son llamados, pero pocos los elegidos.”

El reino del cielo es como un tesoro que yace enterrado en un campo. Un día un hombre lo descubrió. Inmediatamente lo volvió a cubrir, y gozosamente vendió todo lo que poseía (considerándolo un pequeño sacrificio) para poder comprar el campo en donde estaba enterrado el tesoro.

El reino del cielo es como el comerciante que pasó su vida buscando la perla perfecta. Cuando finalmente la encontró, vendió todas sus posesiones y la compró.

El reino de los cielos es como un agricultor que esparció semilla en sus campos. Aunque el proceso siempre parece un misterio para él, las semillas continúan brotando y creciendo sin necesitar su ayuda. La tierra hace crecer las semillas. Primero brota el tallo de la tierra, luego aparecen las espigas de trigo, y luego los granos del trigo maduran. Finalmente el agricultor toma su hoz porque el tiempo de la cosecha ha llegado una vez más.”

El reino del cielo es como una semilla de mostaza sembrada en un campo. Aunque es una de las más pequeñas de las semillas, crece mucho más grande que las otras plantas del huerto, al punto de llegar tan alta como un árbol; un lugar donde las aves pueden anidar y encontrar refugio.

El reino del cielo es como la pequeña porción de levadura que uno usa para hacer pan. Aunque está mezclada con una gran porción de harina, fermenta toda la masa.

Finalmente, el reino del cielo se puede comprar con la red de un pescador que es echada al agua y recoge toda clase de peces. Cuando se llena, el pescador la arrastra hasta la orilla. Allí recoge en cestos los pescados buenos y desecha los malos. Así será al final de las edades. Los ángeles vendrán y separarán a los malvados de los hijos del Dios, arrojarán a los malvados en el fuego: un lugar de sufrimiento y remordimiento.

Cuando les envié a ministrar sin bienes materiales, sin dinero o sustento con los cuales podrían contar para sobrevivir, ¿sufrieron alguna vez necesidades?

No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Verdaderamente, cada día trae sus propias preocupaciones para que estén ansiosos por el futuro. ¿Quién de ustedes puede, a través del ejercicio mental, añadir una pulgada a su estatua?

Miren a las aves del cielo; ¡ellas no vuelan preocupadas! Ellas no trabajan hasta la noche, ni agonizan sobre el futuro, pues el Padre celestial, con seguridad, velará que sean alimentadas. ¿No saben ustedes que son más cuidados que las aves?

¿no se venden dos gorriones pequeños por unos pocos centavos? A pesar de esto; ni uno de ellos puede caer a tierra sin que nuestro Padre celestial lo sepa. Así es que, no tengan miedo. Ustedes valen mucho más que innumerables bandadas de gorriones. Aun hasta los cabellos de sus cabezas han sido contados. ¿Por qué, entonces se preocupan constantemente por la ropa que han de vestir? Miren los lirios silvestres en el campo. Crecen naturalmente, sin esfuerzo. Ni siquiera el rey Salomón en toda su pompa y gloria se vistió tan hermosamente como una de estas flores. Si dios cuida de eso que crece silvestremente en el campo, que hoy es y mañana se usa para el fuego, ¿no cuidará Él mucho más de ustedes? ¿Cómo es que tienen tan poca fe?

Por tanto, dejen de preocuparse, diciendo: “¿Qué comeremos? ¿Qué tomaremos? ¿Tendremos suficiente para vestirnos? (De ésta manera piensan los incrédulos, y se preocupan siempre) ¡Descansen! Su Padre celestial sabe que necesitan todas estas cosas y aun más.

Busquen primero el reino de dios y su justicia y todas estas cosas les serán añadidas.


1996, R. L. Cantaleon



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