viernes, 28 de octubre de 2011

LAS PALABRAS JESÚS DE NAZARET





EL PODER DEL DAR


Vivan su vida haciendo a los demás como ustedes esperan que ellos les hagan a ustedes.

Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino fino. La extravagancia imperaba en su vida diaria.

Y había un mendigo, llamado Lázaro* el cual se sentaba cerca del portón que conducía a la casa del hombre rico. El pobre sólo pedía las migajas que caían de la mesa del hombre rico. Los perros callejeros venían y lamían sus llagas.

Finalmente, un día el mendigo murió y fue llevado por los ángeles a los brazos de Abraham. Un tiempo más tarde también murió el hombre y fue enterrado.

En el infierno, levantó sus ojos llenos de tormento y vio a Abraham a lo lejos y al mendigo Lázaro en sus brazos.

Con todas sus fuerzas clamó: “Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro, el mendigo. Haz que meta la punta de sus dedo en agua y refresque mi lengua, pues estoy en agonía en estas llamas.”

Entonces el hombre rico dijo: “Te ruego pues, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre. Pues tengo cinco hermanas y él podría prevenirlos para que no terminen en este infierno.”

Pero Abraham dijo: “Ellos tienen a Moisés y a los profetas. Déjalos que ellos les hablen.”

“No”, contestó el hombre rico, “si alguien de entre los muertos fuera a ellos, seguramente ellos se arrepentirían.”

Abraham respondió: “Si ellos no prestan atención a Moisés o a los profetas, tampoco serán persuadidos si se levantare alguien de entre los muertos para prevenirlos.”

No hay virtud en prestar a aquéllos que les pueden pagar fácilmente. Hasta los hombres malos prestan su dinero cuando están seguros de que se devolverá todo lo suyo. Te digo que des a aquella persona que viene a ti necesitada, y que no pueda retribuirte. Si esa persona toma ventaja de ti, no hagas caso de ello, ni ínsitas en ser recompensado.

Los pobres, cuando dan, contribuyen más que todos los donadores ricos combinados, quienes dan su abundancia. El pobre contribuye de su necesidad, y en amor da aun de lo que le es necesario.

Pero, ¡Cuán imposible es para aquellos que ponen su confianza en las riquezas entrar en el reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de dios. Sin embargo, lo que es imposible para el hombre es posible para Dios.

No almacenen sus tesoros en el mundo, donde la polilla destruye y el moho corroe, y donde ladrones fuerzan su entrada y roban. Almacenen sus tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho pueden destruir y en donde no hay peligro de ladrones o devaluación. Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Cuídense de no dar limosnas frente a un auditorio, para ser vistos por ellos. Esto no será premiado por nuestro Padre que está en el cielo. Cuando traigan sus limosnas, no toquen una trompeta como lo hacen los hipócritas en los templos y en las calles, para que los aplaudan. Estos tienen ya su recompensa.

Pero cuando traigan sus ofrendas, no dejen que su mano izquierda sepa lo que su mano derecha está haciendo. De esta manera darán sosegadamente y en secreto, y su Padre celestial que ve estas cosas los premiará abiertamente.

Da y se te dará en mayor abundancia de lo que imaginas, multiplicada, y rebosante. Tu generosidad será recompensada y medida con la misma medida con que distribuyes.

Las inversiones de un hombre rico aumentaron grandemente en valor. Considerando sus riquezas, pensó: “¿Qué haré con mis riquezas?” y dijo: “Esto haré: destruiré mis almacenes viejos y construiré otros más grandes; allí almacenaré mis tesoros y gastaré mis ganancias.”

“Diré a mi alma, ‘Alma, tienes una fortuna que durará muchos años. Reposa, come, bebe y alégrate’.”

Pero Dios le dijo: “Necio, ¡no sabes que esta noche tu alma será requerida! Cuando te vayas, ¿para quién serán todas estas cosas?”

Así es para con los que amontonan tesoros para sí mismos, pero son pobres delante de Dios. ¿De qué te aprovecha el ganar el mundo entero y perder tu alma? ¿Qué podrás dar tú en cambio por tu alma?


1996, R. L. Cantaleon



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