Un mercader que iba a la feria con su asno muy cargado, le pegaba a cada momento con la vara para que llegase más pronto, tanto era el afán que tenía para vender sus mercancías. No pudiendo el asno caminar más deprisa, y viéndose castigado tan sin razón, se condolía interiormente de su suerte, y deseaba la muerte, pensando que después de muerto tendría al menos tranquilidad y sosiego. Tanto fue su cansancio que al fin murió, pero aun después de muerto no le dejaron quieto, porque el mercader le desolló enseguida, y empleó su cuero en hacer panderos.
"Ninguno debe desear la muerte para salir de los trabajos en que vive".
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